viernes

Nápola



Nápola es una de esas pelis europeas que pasan por las salas sin pena ni gloria, y que un tiempo después emite la 2, sin esperar una gran audiencia, pero que merecen la pena.
No es una película espectacular, ni una gran historia, ni siquiera cuenta con unos personajes demasiado atractivos o un final de superación personal especialmente memorable. Aun así, despues de verla, no pude sacármela de la cabeza en varios días. Tiene algo especial.
La película nos habla de un par de chavales que se hacen amigos en una Nápola, una escuela para chicos arios destinados a convertirse en importantes figuras del partido nazi. El valor documental es innegable. Se trata de un aspecto del nazismo apenas explotado cinematográficamente, y parte del metraje es dedicado a mostrarnos la "formación", o digamos mejor lavado de cerebro, al que someten a los estudiantes de estas escuelas para la élite. Pero volvamos a los protagonistas. Uno un chico rubio de poster nazi, de familia humilde contraria a Hitler, que es reclutado por un oficial que le ofrece entrar en la escuela con una beca después de verle boxear, ya que ve en él al modelo perfecto de joven ario, hermoso y atlético. El otro un chico más bien frágil, un intelectual, hijo de un importante oficial del partido empeñado en convertirlo en un auténtico soldado, algo a todas luces improbable. Se conocen y desde el principio se ayudan, cada uno suple las carencias del otro. Se gustan y se hacen grandes amigos. Y algo más que no tienen posibilidad de llevar muy lejos. Ya sé, muchos me dirán que no son gays, que es sólo una amistad, etc. etc. Todos heteros, seguro. Bueno, esa es una de las grandezas del cine, cada uno ve lo que quiere ver. Y os aseguro que hay "algo" que ver, así que me importa un carajo lo que digan.
Y ese algo es lo que da peso y belleza a la historia, aunque no sea lo más trascendental. Porque lo importante, y lo realmente aterrador es que esos chicos tienen que enfrentarse a un partido que no permite el pensamiento independiente, que elimina a los débiles y desprecia la compasión. El débil, aunque sea de los suyos, debe morir.
Y es ese fondo, ese poso de la historia, lo que nos estremece, más allá de las fórmulas que utilizan para contárnoslo.

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